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Van Gogh en airbnb

En la página de airbnb, en la ciudad de Chicago, se alquila una réplica de la habitación que tenía el pintor Vincent van Gogh, en Arlés, Francia. Aquella habitación ha pasado a la historia porque Van Gogh la inmortalizó en un famoso cuadro, que pintó en 1888, en el que aparece, con esa perspectiva única que gastaba el maestro, su cuarto con una cama, un par de sillas, una mesita con cajón y algunos elementos más, todos muy domésticos. Lo que alquila airbnb en Chicago es una réplica, digamos, en tercera dimensión y de tamaño natural, en donde el inquilino puede pasar la noche como si durmiera dentro del cuadro.

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¿Qué sentido tiene dormir dentro de la réplica exacta de un cuadro de Van Gogh? Parece que bastante, pues todas las noches ya están reservadas. El precio por noche es de diez dólares y la iniciativa es del Art Institute of Chicago, para acompañar una exposición del pintor que presenta, por primera vez en Estados Unidos, los tres cuadros que hizo Van Gogh de esa habitación.

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La idea es, supongo, que no solo contemplas el cuadro sino que también, si te apetece y consigues sitio, puedes dormir dentro.

Esa famosa habitación pertenecía a la Casa Amarilla, que fue motivo de otro de sus cuadros y que era una vieja casona cerca de la Place Lamartine, en Arlés. Un fugaz vistazo a la página de airbnb en esta ciudad francesa, nos permite comprobar que hoy se puede alquilar una habitación para una persona, más o menos de las dimensiones de la del cuadro, cerca de la Place Lamartine, por cincuenta dólares la noche, bastante más de lo que cobran por dormir dentro de la habitación del cuadro de Van Gogh en Chicago. Nótese que he escrito «la habitación del cuadro» y no la habitación de Van Gogh, porque la de Chicago es, efectivamente, la de la Casa Amarilla pero recreada por la imaginación del artista, enriquecida por su tumultuosa vida interior y desde luego por esa locura que unos años más tarde lo conduciría al manicomio.

Que la gente pague por dormir dentro de la réplica tridimensional de un cuadro de Van Gogh da qué pensar. Encuadrando positivamente el fenómeno da gusto que ese pintor fabuloso, que fue tan desgraciado en vida, despierte en el siglo XXI, en Chicago, tanta pasión. Aunque no queda claro si la gente paga los diez dólares por que admira tanto la obra del pintor, que quiere dormir dentro de una, o porque se trata de una habitación rara, de colores excesivos que hubieran puesto contento al Gato Risón, que solo cuesta diez dólares la noche. Con toda seguridad no hay una habitación más barata en ese vecindario de Chicago. Da qué pensar porque Van Gogh, cuando pintó ese cuadro que hoy se alquila como habitación, vivía en la Casa Amarilla y, como no tenía con qué pagar el alquiler, ideó un estudio colectivo, el Atelier du Midi, un espacio para que pintores de diversas procedencias se hospedaran ahí y produjeran su obra en una suerte de círculo artístico. El único que se apuntó fue Paul Gaugin, con cierto recelo porque Vincent ya tenía fama de loco, y además obligado por su circunstancia personal, por las deudas que lo asfixiaban y porque quería largarse de Bretaña. También influyó que Theo Van Gogh, el hermano de Vincent, era su marchante y que, según se dice, pagó sus deudas para que se animara a irse a Arlés con su hermano, a esa Casa Amarilla en la que también había puesto bastante dinero. Paul Gaugin llegó a Arlés y se instaló en la casa, en una habitación, supongo, parecida a la que hoy se alquila en Chicago. Durante varias semanas los dos pintores convivieron no solo de manera civilizada, también productiva pues se hicieron retratos mutuos y pintaron, codo a codo y cada uno desde su perspectiva artística, una serie de vistas de la Avenida de los Alyscamps. Pero un buen día, dentro de la famosa Casa Amarilla, la convivencia se torció y, después de una airada discusión, Van Gogh protagonizó uno de los momentos estelares de la vida artística francesa del siglo XIX cuando, probablemente en esa misma habitación cuya réplica tridimensional se alquila en Chicago, se cortó el lóbulo de la oreja izquierda. Hay otra versión que dice que fue Gaugin, que era un consumado espadachín, el que le rebanó la oreja con la espada y que luego Van Gogh consumó el tajo con una navajita. Vincent envolvió su pedazo de oreja en un paño y se lo fue a regalar a Rachel, una prostituta amiga suya. Una vez hecho el regalo regresó compungido a su habitación, a esa misma cuya réplica puede alquilarse hoy en airbnb.

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